Autor: Efrén Ubaldo Moscoso
…Con el machete en el brazo, un sombrero de paja, un cigarro en los labios, llevando en sus hombros lo que la tierra a transformado en alimento para su familia, con sus manos endurecidas y callosas; caminaba solo, contemplando el campo, persiguiendo meditabundo alguna idea inconclusa perdida en el camino, llevando entre sus puños alguna rabia de la miseria humana, conversando consigo mismo, preguntándose e intentando encontrar respuestas o alguna señal invisible o queriendo ver las cosas que otros no podían ver.
…Con el machete en el brazo, un sombrero de paja, un cigarro en los labios, llevando en sus hombros lo que la tierra a transformado en alimento para su familia, con sus manos endurecidas y callosas; caminaba solo, contemplando el campo, persiguiendo meditabundo alguna idea inconclusa perdida en el camino, llevando entre sus puños alguna rabia de la miseria humana, conversando consigo mismo, preguntándose e intentando encontrar respuestas o alguna señal invisible o queriendo ver las cosas que otros no podían ver.
Mientras hago el recorrido mental y trato de visualizar para escribir nuestra historia, pienso nuevamente en aquel líder – mi padre Ángel Moscoso- pero ahora acompañado de sus hermanos Santiago, Agustín y de su esposa Rosa Zúñiga, sus compañeros Cristóbal Zúñiga, Arminda Zúñiga y Luis Zúñiga, probablemente habían otras personas más.
Para comprender los cambios que se dieron es necesario retroceder al pasado. Imaginemos a la comunidad de San Antonio de esta manera:
Sin carretera: para salir a la cabecera cantonal Sígsig, la gente tenía que caminar dos horas, generalmente madrugaban con el canto del gallo, el reloj para aquellos tiempos era ajeno a cada persona, los modernos celulares ni siquiera se conocían. Levantarse implicaba prender el farol de kérex que alumbraba con una luz agónica proyectando sombras de fantasmas en los rincones de las habitaciones, luego iniciaban el largo camino, sin antes encomendarse a miles de Santos para pasar por la temida Loma de Pinllo, famosa por los innumerables ruidos satánicos, de almas en pena, de duendes, de asaltantes, en fin, de historias de miedo y terror.
La escuela antigua, que ahora solo quedan paredes viejas, tejas rotas, tablas alzadas como dejando escapar miles de historias felices y recuerdos truncados, ahora solo queda aquello. Era solo una aula en donde asistían seis grados con niños y niñas de San Antonio, de Sarar – en esta comunidad aún no existía la escuela- todos los niños y niñas de esa comunidad venían a la nuestra, y hasta de Gutún porque en San Antonio se ofrecía hasta el quinto y sexto grado, cosa que no tenían las comunidades vecinas.
Existían tremendas brechas de desigualdad entre hombres y mujeres al extremo que algunas personas pensaban que las mujeres ni siquiera debían terminar la primaria porque equivocadamente hacían esta comparación “las puercas para parir no necesitaban estudiar” relacionándolo con que las mujeres para tener hijos no necesitaban ir a la escuela. El único rol asignado a las mujeres era el de tener hijos y criarlos, eliminando las posibilidades de que hombres y mujeres somos seres con iguales capacidades aunque la sociedad no les de las mismas oportunidades.
Por otro lado, la iglesia tradicional había incidido fuertemente en la actitud de la gente, llevándolo a un estado de domesticación y de obediencia ciega, lo que decía el cura era la última palabra, por lo tanto ser pobres era bueno y era normal, ser obedientes también. Dios era concebido como castigador y cruel, la mayoría de gente estaba de acuerdo con aquello. Esto tenía que cambiar pero había un largo camino que recorrer; superar la pobreza, no solo la pobreza económica creada por el mismo hombre, sino la pobreza de poder participar, de poder pensar, de poder rechazar a los opresores. Los pobres generalmente no tienen voz, viven en una cultura del silencio.
Dentro de este contexto, tomar conciencia fue el primer paso, para esto fue necesario conversar, reflexionar, discutir. Tomar conciencia significa que las personas se dan cuenta de que algo está pasando, algo anda mal, existe alguna injusticia que obstaculiza que vivan bien, tomar conciencia de que pobres no somos porque Dios lo dispuso así sino por la mala distribución de las riquezas, o como sentencia un slogan “aquello que le sobra al otro es justamente lo que me hace falta”. La organización comunitaria fue una estrategia que ayudó conocer, analizar y reflexionar estos problemas.
En la comunidad de San Antonio hubo intensos momentos de reflexión acerca de esta realidad. La década del 70 fue fundamental para definir los cambios que se avecinaban. La iglesia progresista dio un gran impulso unida a ella la corriente socialista generada a través de la Unión Campesina del Azuay UNAZAY y las organizaciones de base. Los líderes y liderezas de San Antonio iniciaron un profundo proceso de capacitación con talleres, reuniones, congresos que generalmente se desarrollaron en Cuenca, algunos en Quito; los temas también eran variados: fortalecimiento organizacional, derechos humanos y de las mujeres, tenencia de la tierra, grupos monopólicos, el trabajo campesino y obrero, el capitalismo, socialismo, comunismo, análisis de la realidad local y nacional, implementación de microproyectos productivos, entre otros.
Todos los sábados la gente se reunía en la escuela antigua, allí se realizaban la famosas asambleas, Ángel Moscoso como presidente iba a los cursos en Cuenca para recibir el conocimiento de parte de sus compañer@s Milton Cáceres, Enriqueta Martínez, Piedad Robles, Manuel Montero, Pepe Guazhima y regresaba para organizar a la gente, para trabajar, para luchar.
Estas asambleas fueron catalogadas de insurrectas por personas de la misma comunidad y que tuvieron una gran incapacidad para entender los cambios (Celso León, Ernesto Zúñiga, Alcibíades Zúñiga, Ernesto Zúñiga, Benigno Zúñiga) y también por gente de las comunidades vecinas de Sarar, Buena Vista, Gutún Los de San Antonio eran asambleístas[1], comunistas, mucho peor los Moscoso; la gente contraria dio fuerte lucha y resistencia a los cambios, incluso llegaron hasta la agresión física. En el siguiente párrafo se resume una de tantas anécdotas.
Era la fiesta de san Antonio, por la noche se proyectó una película sobre la guerra Sandinista de Nicaragua – el generador de luz eléctrica fue cargado por cuatro personas desde Cutchil hasta San Antonio- Al día siguiente se realizaron todas las actividades: misa, bazar, torneo de cintas a caballo, etc. Ya de regreso a casa mi padre y su hermano Santiago caminaban rumbo sus hogares, a la altura de la escuela, de pronto fueron interrumpidos por un grupo de personas: mujeres y hombres quienes les gritaban ¡comunistas!, ¡comunistas!, ¡comunistas!.- ser comunista en aquellos tiempos era considerado como pecado y Fidel Castro como un demonio- Sin embargo los dos hermanos no les hicieron caso y siguieron caminando; al pasar por la casa de la Señora Carmelina provocan el primer empujón intentando agredirles y obtener respuesta. Caminaron un poco más y al llegar a la casa de Don Humberto Zúñiga se dio la pelea campal, eran dos contra algunos, pero estaban saliendo bien librados, vi a mi padre dar un puñete a un mezquino provocador y majadero, le apodaban ¨Correa¨, quien voló por encima de un cerco de moras y cayó en una picota de chancho, mientras intentaba incorporarse con un olor nauseabundo en su ropa, tres mujeres daban de golpes a Santiago Moscoso quien estaba sentado en la acequia de agua producto de un empujón, sin reacción y sin poderse levantar. Luego los dos dieron parejo y la pelea se dispersó, sin embargo los gritos siguieron retumbando en las quebradas ¡comunistas!, ¡comunistas!, ¡comunistas!, y devolviendo el eco contra los mismos agresores, se alejaban con impotencia y cobardía, mientras mi padre y Santiago caminaban orondos y sonrientes por el filo de la loma como diciendo –con nosotros no se metan hijueputas-
Semana tras semana, la organización se fortalecía, la iglesia tradicional fue sustituida por una con rostro humano que tome en cuenta los problemas de la gente, más reflexiva y participativa; se formó el grupo de mujeres con su presidenta Rosa Isaurina Zúñiga e impulsaron una microempresa que consistió en un taller de sastrería, la gente se capacitó, se informó, se realizaron huertos comunitarios donde ahora es la escuela nueva, se gestionó para el cambio del sitio de la escuela con nuevas aulas escolares.
Ángel Moscoso lideró y puso al hombro la comunidad para tramitar y hacer que se elimine los impuestos a las tierras de los campesinos de la comunidad, para esto tuvo que realizar varios viajes a Cuenca y a Quito, conversar con un líder histórico como Neptalí Ullcuango, quien también visitó San Antonio y finalmente, luego de varios trámites lograr que se rebajen los impuestos para beneficio de todos los habitantes de la comunidad. Allí si estuvieron personas que nunca colaboraban, algunos que ya nombramos anteriormente, perros majaderos metidos el rabo debajo de las piernas, personas sin sangre en la cara para pedir “a mí también anote don Ángel, solicitando que les haga constar en la lista de personas que iban a beneficiarse de esta rebaja, Son hechos que la gente con una gran ingratitud ha olvidado fácilmente y otros en cambio lo desconocen porque no se ha transmitido a las nuevas generaciones.
Son razones por las que es necesario que primero conozcamos nuestra historia, aquella que está más cercana a nosotr@s, nuestra historia local por que es nuestra y nos pertenece. Admiremos a nuestros líderes que nos dejaron una gran enseñanza, a mi padre que entregó gran parte de su vida a luchar por la comunidad y que injustamente ahora ya ni se lo nombre; lo que ahora es San Antonio tiene mucho que ver con los líderes de años atrás y; lo segundo es que consideremos que nuestra unión es nuestro camino, nuestro camino lo construiremos junt@s, unidos somos fuertes, si somos fuertes quien podrá contra nosotr@s, que esto nos de fuerza para unirnos y seguir caminando junt@s, que nos permita pensar en el mañana y no perder la esperanza.
[1] Asambleístas era el calificativo que las personas que no estaban de acuerdo con la organización designaban a las personas que lideraban la organización de San Antonio