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12 feb 2010

“Agua que no has de beber, porque está sucia”

AUTOR: Efrén Ubaldo Moscoso

La nueva constitución ecuatoriana en primera instancia reconoce al agua como un derecho humano fundamental, es decir que todos los ciudadanos y ciudadanas, sin discriminación alguna, debemos disponer de agua segura, en cantidad suficiente para satisfacer nuestras necesidades básicas: bebida, alimentación, aseo personal, limpieza. etc.

Tomando en cuenta esta afirmación nos hemos propuesto realizar algunos comentarios que vienen al caso y que podría ser de interés colectivo y generar por lo menos una insipiente reflexión comunitaria.

En las festividades de navidad y año nuevo estuvimos en nuestra querida comunidad de San Antonio de Jacarcar y mientras disfrutábamos de aquel aire puro que entraba por nuestros poros, de la tranquilidad de un mundo ideal apartado de la locura de la ciudad, del consumismo de los supermercados y del estresante mundo urbano, decidimos realizar una caminata por el sendero que conducía a la entraña misma de donde vierte el agua que permite nuestra existencia.

Sigilosamente recorríamos observando nuestra imagen desfigurada que nos devolvía el reflejo del agua casi turbia de la acequia, mirando a cada paso los arbustos quemados y destruidos por la devastadora mano del ser humano, las viviendas construidas de manera incomprensible encima del canal de agua, sin una infraestructura adecuada que permita evacuar las aguas servidas que se depositan en el canal, esa agua contaminada utilizamos para el consumo diario. Cómo es posible que en el 2010 aún subsistan prácticas antihigiénicas que asombran y que constituyen una verdadera amenaza para nuestra salud.
El agua al salir de la vertiente tiene un 80% de purificación; sin embargo, en su recorrido sufre una creciente contaminación por la razón que acabamos de enunciar y porque la gente bota basura: fundas plásticas, papeles, botellas, pañales; las cunetas de la carretera lleva agua sucia y contaminada que desemboca en el canal; animales que pisotean el agua y la ensucian, en fin una serie de prácticas que amenazan el medio ambiente.

Adicionalmente, el agua está mal distribuida, hay algunas propiedades de gente sin sentido común que roba el agua y abusa regando los potreros, lo desperdicia sin tener en cuenta el uso colectivo y comunitario que se le debe dar a la misma.

Curiosamente, a medida que avanzábamos hacia el cerro, el agua se iba poniendo cristalina. Cada metro que recorre se contamina y su caudal disminuye, ojala no sea demasiado tarde y los seres humanos entendamos que nuestras acciones son las causantes para que el agua sea de mala calidad. Reiteramos, la nueva Constitución recoge el carácter esencial del agua para la vida, pero tiene que ser agua segura y que tengamos acceso a ella.

Luego de este recorrido quedan planteados para el debate algunos interrogantes que serían motivo de reflexión individual, familiar y comunitaria.

• ¿Por qué no hacemos uso de nuestro derecho que nos permita disfrutar del agua limpia por lo menos entubada, será muy difícil conseguirla o es que aún no lo hemos intentado?
• ¿Por qué la comunidad de San Antonio a pesar de vivir en las fuentes de donde sale el agua, no tiene concesionado vertientes para el uso de sus habitantes, más bien las comunidades vecinas se han adueñado del agua?
• Probablemente vivir rodeados de agua no nos permite visualizar que este líquido esta disminuyendo y que corremos el grave riesgo de quedarnos sin ella.

• ¿Será necesario que nos falte el agua para organizarnos y dar mayor importancia al cuidado de los páramos, de las vertientes, a evitar hacer y botar basura?

Lo que se esta viendo en San Antonio no es ajeno a otras realidades, sin embargo creo que es importante proponer algunas alternativas que nos lleven a vivir en estrecha armonía con nuestra madre tierra.

Primeramente creo que es necesario educarnos en el tema de vivir armónicamente con nuestro entorno, esto significa que tengamos un especial cariño por la naturaleza, por el agua, por las plantas, por los animales, por los que habitamos en este planeta. Es necesario aprender a quererla, respetarla y cuidarla. El respeto a la naturaleza refleja el respeto que tenemos con nuestros vecinos con nuestra gente.

Por otro lado se debería reglamentar el uso del agua y también la construcción de las casas encima del canal, y todas aquellas viviendas que no disponen de un poso séptico. Llegar a acuerdos comunitarios que nos permita vivir con dignidad, sería pertinente.

Hace falta trabajar en un proyecto integral de acceso al agua de consumo y regadío, protección de los páramos y las vertientes, descontaminación del agua y primordialmente en la capacitación para que la gente adquiera la sensibilidad en estos temas.

Finalmente, este tema debe ser motivo de preocupación urgente de nuestros dirigentes, de la Junta Parroquial de Cuchil y de la comunidad de San Antonio. Es necesario que nos informemos, conversemos, reflexionemos y lleguemos a consensos. Busquemos la sabiduría de nuestros antepasados, la fuerza de la juventud y la genialidad de los niños y niñas para dar respuestas a este problema.

Unidos somos más fuertes.